Salón de Sao Paulo

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Luego de muchos años de estar sumidos en una maraña de productos regionales, los brasileños comienzan a interesarse por los automóviles de otras nacionalidades. El atractivo de los importados se notó en el salón paulista.

Un cuarto de siglo está cumpliendo el Salón de Sao Paulo. Así es, la edición número 25 se celebró a todo brillo y con más de 80 mil metros cuadrados albergando a 200 expositores.

Y tal como sucede cada dos años, recordando que este evento se alterna con el de Buenos Aires, la presente edición mostró todo el poderío de la industria automotriz local, e incluso el gran poder que están adquiriendo los importadores; de hecho, este año algo diferente se vio en materia de productos foráneos.

En nuestra anterior visita al recinto ferial Alcántara Machado, hace dos años, nos encontramos con un salón colmado de autos añejos rejuvenecidos forzosamente por medio de aplicaciones de resina en los flancos y parachoques, suspensiones levantadas y nombres evocadores de grandes aventuras: Trail, Outdoor y Freestyle.

Pero lo que vimos en esta edición 2008 nada tiene que ver con lo sucedido entonces. Es cierto que igual se presentó una que otra novedad recalentada, pero el mayor número de estrenos correspondió a auténticos debutantes, concebidos sobre nuevas plataformas y pensados para llenar otros segmentos del mercado.

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